La Edad no tiene que suponer un impedimento para nada en la vida. Si hay salud, las únicas barreras que existen son las que marca nuestra mente.
Se supone que a cada Edad le corresponden una actitud y comportamiento determinados, y ese tipo de condicionantes sociales son los que frenan los impulsos y sueños de muchas personas. "¿Cómo voy a hacer eso a mi edad?" "¿Qué diría de mí mi hija, mi nieto, la vecina?" "Eso debería haberlo hecho de joven, pero ahora ya es tarde.Además, el cuerpo y la cabeza ya no son lo que eran"… Miedo, inseguridad, desconfianza.
El caso es que la Esperanza de Vida aumenta… pero muy pocos saben sacarle partido, apoyarse - o según el caso, olvidar- la experiencia que les ha dado los años y dejarse embarcar en lo que realmente les pide el corazón. Y lo peor no es eso, tener un sueño aunque sea incumplido ya es más que lo que tienen muchos.
Porque nada peor que la respuesta de algunos compañeros próximos a jubilarse cuando les pregunto qué van a hacer llegado el día. Le dan vueltas, sus respuestas son confusas, nerviosas, tristes. A sus ojos – no pueden ocultarlo- asoma un miedo auténtico, un profundo desasosiego. La jubilación es para ellos sinónimo de soledad y de decadencia. No tienen qué hacer ni saben qué hacer. Tantos años deseando que llegue el momento, esa jubilación soñada, y resulta que ahora es la mayor de sus pesadillas.
Y no les culpo. En esta sociedad en la que a cada edad se le supone un cometido, un comportamiento determinado y unas pautas a seguir, es difícil creer que uno pueda saltarse las normas y empezar a hacer algo nuevo en la vida. Los viejos son trastos inútiles, los jubilados matan el tiempo viendo las obras del barrio o pasan horas muertas en los ambulatorios de la Seguridad Social. Estereotipados hasta el vómito mental.
Pero… ¿Tiene que ser así?
Quizás no tengas ganas de hacer nada, eso sí que no tiene remedio. Pero si no te atreves a soñar porque eres de los que crees que ya no puedes hacer nada útil ni interesante, deberías ver algunos ejemplos de otras personas le han dado una buena patada en el culo a los estereotipos y a quién se les haya puesto delante.
Entre tantos casos, tenemos a la peruana Abigail Valdez del Carpio, que con sus más de 85 primaveras ha decidido hacer realidad una de sus mayores ilusiones: Volar en parapente. Tiene 5 hijos, 10 nietos y 2 bisnietos. Y ya ha montado en helicóptero, avioneta y ahora quiere hacer puenting.
O Pierco Paci, que a sus 89 años ha pasado a formar parte del Libro Guiness de los Records por escalar la montaña más alta de los Apeninos, de 3000 metros de altitud. La subió en 3 horas y el último tramo lo hizo ayudándose sólo de sus manos ¿Cómo lo ves?
¿Es tarde para empezar a estudiar a los 65? Parece ser que tampoco es un problema. Hay muchísimas personas que aprenden a leer y a escribir con más de 70 años. Ni tampoco lo es para enseñar a otros aprovechando nuestros conocimientos y experiencia.
Sirva el ejemplo de Nicolasa Gómez, una profesora colombiana de 90 años que, tras jubilarse, se ha dedicado a enseñar a otras personas de la tercera edad. Sus alumnos viven en barrios marginales de la ciudad. Sus edades están comprendidas entre los 60 y los 83 años, y no saben leer ni escribir.
La Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir cuenta en sus aulas con un estudiante de 76 años, de origen portugués, que estudia tercer curso de Educación Social, mediante el programa de intercambio Erasmus.
Sí, para todo esto hay que tener salud, no cabe duda.
Pero ahí también tenemos mucho qué decir. Nos han educado para creer que a determinada edad le corresponden tal o cuál achaque. ¡Cómo si no hubiésemos enfermado toda la vida! Tal y como comenta Deeepak Chopra en su libro “Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo”, nosotros, a diferencia de los animales, tenemos una conciencia que nos permite influir en nuestro cuerpo y ralentizar el proceso de envejecimiento.
Lo cierto es que todas las personas que no dejan que la edad sea un obstáculo para vivir sus sueños, comentan que se sienten tan jóvenes como alguien 40 o 50 años menor. La ilusión, parecen decir, es el mayor antídoto para el envejecimiento.
Mi propia bisabuela, con 85 años, hacía todas las tareas de una casa de 180 metros cuadrados y no necesitaba a nadie. De hecho, llevaba a la cama y acostaba en ella a mi tío obeso, casi treinta años menor que ella, cuando venía con algunos vinos de más. Siempre decía que el día que dejase de estar activa, moriría… Y así fue.
¡Que nadie te diga cuando tienes que considerarte viejo ni lo que tienen qué hacer! ¡Es tú Vida y tu tiempo!
“La vejez empieza cuando uno empieza a preocuparse por ella”, dijo Albarracín Ramírez. Ni antes ni después.
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